El tiempo puede medirse en conglomerados más o menos grandes. Generalmente, salvando unidades mínimas como los nanosegundos, las personas usan segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años y algunas unidades superiores (bienio, trienio, lustro, década o decenio, siglo o centuria, milenio, cron...), así como otras intermedias, como trimestre. Especial interés tienen los días y los meses, dados sus nombres; de eso os vengo a hablar hoy:
Como casi todo el mundo sabe, los días de la semana toman su nombre de distintas deidades latinas: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno y Dominicus (Señor), respectivamente. Los dos últimos destacan notablemente, dado que son los días religiosos por excelencia de las religiones judía y católica: sábado, día de celebración de la sabbath (reposo) judía y domingo, el día en que el Señor creó la luz, metáfora de la entonces futura resurección de Cristo. Hasta nuestros días, los nombres originales han evolucionado etimológicamente; en el caso del sábado, como es obvio, sustituyó al Dies Saturni (día de Saturno), y lo mismo sucedió con el domingo, desapareciendo el Dies Solis (día del Sol).
Con respecto a los meses, tradicionalmente existían diez; por ese motivo, septiembre, octubre, noviembre y diciembre comienzan con las raíces equivalentes a siete, ocho, nueve y diez, respectivamente. El año romano abría con marzo, cuyo nombre proviene del dios bélico Marte; a éste lo seguía abril, cuyo origen etimológico es más complicado: si bien se cree que podría proceder del verbo aperire (abrir), al ser la época en que se abren las flores, también se le ha relacionado con Afrodita. Mayo recibe su nombre de la Bona Dea Maia, cuyo festival se realizaba en este mes, mientras que junio también parece tener múltiples orígenes, siendo lo más probable que proceda de la diosa Juno. Los dos meses restantes serían Quintilis y Sextilis: el primero acabó recibiendo el nombre de julio en honor a Julio César (imagen 1), que cumplía años en ese mismo mes, y el segundo fue renombrado agosto por Octavio Augusto (imagen 2), que, celoso de Julio César, no sólo se limitó a cambiar el nombre del mes, sino que reestructuró el resto de meses para que su mes también tuviera 31 días (antes tenía solo 29), circunstancia que se ha conservado hasta nuestros días para gran sorpresa nuestra. Posteriormente, se añadirían los dos meses iniciales actuales: Ianuarius, el mes de Jano, dios de dos caras que guardaba las puertas, y Februarius, dedicado al festival purificador llamado Februa. De este modo, el resto de meses cambió de posición y los nombres de los cuatro últimos dejaron de tener sentido, como aún sucede en la actualidad.
¡Gracias, Mª Carmen!
FUENTE COMPLEMENTARIA: WIKIPEDIA
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