Terminados los exámenes, puedo volver a este blog con la inspiración que me dio mi última lectura grijelmiana: Defensa apasionada del idioma español. Y hoy os traigo un curioso término lingüístico que seguramente muchos habréis estudiado:
Los epónimos son sustantivos propios, generalmente de personas, que se usan para designar un lugar, época, descubrimiento, invento, enfermerdad, etc. En el campo médico – y en las ciencias en general –, son especialmente comunes (daltonismo, complejo de Edipo, síndrome de Down, trompas de Falopio...), pero han influido en muchos otros campos: botánica (begonia, magnolia...), unidades de medición (amperio, vatio, voltio...), elementos químicos (einstenio, mendelevio, nobelio...), etc. También es común la creación de epónimos para denominar movimientos o actitudes propios de determinados personajes históricos, legendarios o incluso ficticios: barrabasada (Barrabás, personaje bíblico), cantinflada (Cantinflas), casanova (J. J. Casanova de Seingalt), celestina (Celestina, personaje de F. de Rojas), charlotada (Charlot, personaje de C. Chaplin), chovinismo (N. Chauvin), cristianismo (Jesucristo), donjuán (D. Juan Tenorio, personaje de J. Zorrilla), fígaro (Fígaro, personaje de P. A. de Beaumarchais), fordismo (H. Ford), lazarillo (Lazarillo de Tormes, personaje de la obra homónima), lázaro (Lázaro, personaje bíblico), ludismo (N. Ludd) maquiavélico (N. Maquiavelo), marxismo (K. Marx), masoquismo (L. von Sacher-Masoch), mecenas (C. C. Mecenas), onanismo (Onán, personaje bíblico), perillán (Per Illán), platónico (Platón), polichinela (P. Cinelli), quijotesco (D. Quijote, personaje de M. de Cervantes), sadismo (marqués de Sade), supermán (Superman, personaje de J. Siegel), trotaconventos (Trotaconventos, personaje de J. Ruiz)...
De igual modo, son varias las localizaciones geográficas cuyos nombres proceden de personajes relevantes, como Alejandría, América, Arabia Saudí, Atenas, Bermudas, Bolivia, Colombia, Europa, Everest, Filipinas, Gibraltar, Israel, Liechtenstein, Patagonia, R. Dominicana, Rodesia, Roma, Washington... De hecho, ampliando el concepto de epónimo, algunas personas incluyen también muchos términos que han adoptado su nombre de gentilicios por metonimia: americana, bayoneta, canario, chilena, cubana, daiquiri, francés, griego, habano, hamburguesa, macedonia, mahonesa, milanesa, napolitana, nórdico, noruego, pequinés, pergamino, persiana, polaca, sevillana, suizo, tejanos, turquesa...
Por mencionar algunos, otros epónimos famosos son los que siguen: algoritmo/guarismo (al-Jwarizmi, matemático), bártulo (Bártolo, reputado jurisconsulto italiano) besamel (duque L. de Béchameil, a cuyo cocinero se atribuye equívocamente la invención de la salsa), braille (L. Braille), daguerrotipia (L. J. M. Daguerre), diésel (R. Diesel), esperanto (L. L. Zamenhorf, Doktoro Esperanto), galvanizar (L. Galvani, cuyos trabajos sirvieron para descubrir la técnica), leotardo (J. Léotard, acróbata que lo popularizó), luis (Luis XIV, durante cuyo reinado se comenzó a acuñar esta moneda), mansarda (F. Mansart, arquitecto que puso de moda las buhardillas), moisés (Moisés, profeta judío que fue lanzado al río de pequeño en una de estas cunas para salvarse), morse (S. F. B. Morse), nachos (I. Anaya), nicotina (J. Nicot, embajador que introdujo el tabaco en la Corte francesa), pasteurización (L. Pasteur), pantalón (no, no es que vaya de la panza al talón, sino que viene de Pantaleón, personaje teatral veneciano), quevedos (F. de Quevedo, escritor que los popularizó), rastafari (rey H. Selassie I, ras Tafari), ros (A. Ros de Olano), sándwich (J. Montagu, conde de Sandwich, jugador empedernido que creó estos bocados para no tener que abandonar las partidas), saxofón (A. J. Sax), silueta (E. de Silhouette, ministro de Hacienda aficionado a los recortes de papel que impuso duros impuestos a los ricos, por lo que su nombre quedó como sinónimo de lo barato y de la barata práctica prefotográfica de recortar siluetas), simón (S. González, primer alquilador de coches de Madrid), uzi (Uziel Gal), zepelín (conde F. von Zeppelin, fundador de la empresa Zeppelin)... En todos estos casos, salvo aquéllos en los que se indica lo contrario, el epónimo se debe al presunto inventor, pero no debemos olvidar otros casos; por ejemplo, los días y meses, así como algunas marcas comerciales (vulgarizadas o no) también son epónimos.
Para finalizar, me gustaría comentar cuatro epónimos especialmente destacables:

Linchar: Charles Lynch, plantador cuáquero de Virginia (EEUU), fue un revolucionario coronel que constituyó durante la Guerra de la Independencia Estadounidense un irregular tribunal popular que ejecutó sin proceso a unos aliados de los británicos sospechosos de haber encabezado una sublevación. Cuando la Justicia ordinaria los absolvió, Lynch ordenó su ejecución y los detenidos fueron llevados por una multitud a un árbol para colgarles sumariamente, procedimiento que se repitió con todos los soldados británicos y posibles aliados de los ingleses que pudo encontrar el juez. Sorprendentemente, ello sucedió mientras se elaboraba la famosa Declaración de Derechos de Virginia, y, a pesar de las quejas por la total falta de garantías procesales de la Ley de Lynch, la Corte Suprema norteamericana avaló este procedimiento.
Molotov: Aunque ya existían antes de la famosa Guerra de Invierno, los cócteles molotov tomaron su nombre del soviético Viacheslav Mólotov, comisario del pueblo para los asuntos exteriores, quien tuvo la osadía de transmitir por radio a la población finesa durante el conflicto que el ejército ruso no estaba lanzando bombas, sino alimentos. Por ese motivo, los finlandeses comenzaron a denominar a estas bombas "canastas de comida Molotov" de modo sarcástico y su ejército declaró que «si Molotov ponía la comida, ellos pondrían los cócteles».
Molotov: Aunque ya existían antes de la famosa Guerra de Invierno, los cócteles molotov tomaron su nombre del soviético Viacheslav Mólotov, comisario del pueblo para los asuntos exteriores, quien tuvo la osadía de transmitir por radio a la población finesa durante el conflicto que el ejército ruso no estaba lanzando bombas, sino alimentos. Por ese motivo, los finlandeses comenzaron a denominar a estas bombas "canastas de comida Molotov" de modo sarcástico y su ejército declaró que «si Molotov ponía la comida, ellos pondrían los cócteles».


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