7 nov 2011 | Por: Nacho

Muertes absurdas

Hoy en día, parece ser que estamos bastante insensibilizados con respecto al tema de la muerte. Curiosamente, sin embargo, nos sentimos fascinados por él y nos sorprendemos al descubrir las muertes tontas de algunos personajes históricos. Para esta entrada, una pequeña selección en orden cronológico:

Calcas (s. XIII a.C.), Quilón de Esparta (s. VI a.C.), Zeuxis (398 a.C.), Filemón de Soli (262 a.C.), Crísipo de Soli (208 a.C.) y Pietro Aretino (1556): Todos ellos murieron de un ataque de risa.

Esquilo (456 a.C.): Murió golpeado por una tortuga desprendida de las garras de un águila que sobrevolaba su cabeza. Al parecer, las águilas quebrantahuesos solían lanzar tortugas contra las piedras para abrirlas... y Esquilo era calvo.

Sófocles (406 a.C.): Sufrió un sofoco mortal tras recibir una buena noticia.

Agatocles (286 a.C.) y Sherwood Anderson (1941): Las vidas del tirano de Siracusa y el famoso escritor se vieron truncadas por un palillo. En el caso de Agatocles, se atragantó con un mondadientes; en cuanto a Anderson, sufrió una peritonitis tras tragárselo.

Pirro (272 a.C.): Mientras paseaba, recibió el impacto de una teja lanzada por una anciana desde una azotea.

Arquímedes (212 a.C.): Fue atravesado por la espada de un soldado romano tras increparle insistentemente el pisar los dibujos científicos que había hecho en la arena de la playa.

Herodes I, el Grande (4 a.C.): Sus genitales se pudrieron debido a una rara enfermedad llamada gangrena de Fournier.

Plinio, el Viejo (79): Intrigado por la erupción que arrasó Pompeya, sufrió una crisis cardiaca investigando el fenómeno de cerca... mientras sucedía.

Caracalla (217): Un soldado de su escolta lo apuñaló mientras orinaba entre los arbustos.

Arrio (336): Según los escritos, se hallaba evacuando cuando defecó sus propios intestinos, así como trozos de su hígado y bazo.

Atila (453): Durante el banquete de su noche de bodas, el líder huno se hartó de comer y beber. Tanto bebió que ni reparó en que su nariz comenzaba a sangrar, de tal forma que acabó ahogado en su propia sangre.

Li Po (762): Probablemente, una de las muertes más poéticas de la Historia (muy apropiada para tan conocido poeta): mientras navegaba ebrio por el río Yangtzé, Li Po trató de abrazar el reflejo de la luna, cayendo del bote y ahogándose.

Adriano IV (1159): Este papa se ahogó con una mosca que le había entrado en la boca.

Federico I de Hohenstaufen, Barbarroja (1190): El peso de su armadura hizo que se ahogara en un río. Ya muerto, su hijo trató, sin éxito, de conservar su cuerpo en vinagre.

Enrique I de Castilla (1217): Murió golpeado por una teja desprendida de un tejado cuando dos mancebos se asomaron para verle marchar.

Juan XII (1334), François Félix Faure (1899) y Jean Daniélou (1974): Tanto el  papa como el presidente francés y el cardenal Daniélou forman parte de la lista de personas muertas en brazos de una prostituta. Del sumo pontífice también se dice que pudo ser asesinado por un marido cornudo al pillarle en plena faena.

George Plantagenet (1478): Famoso por ser un gran bebedor, sus verdugos le ahogaron en un barril de vino.

Felipe I de Castilla, el Hermoso (1506): Bebió demasiada agua fría nada más terminar un partido de tenis.

Maximiliano de Austria (1519): La muerte le llegó al archiduque y emperador, antecesor de Carlos I de España, debido a una indigestión de melones.

Hans Steininger (1567): La persona que ostentaba el récord de la barba más larga del mundo (1,5 metros) olvidó enrollar su peludo bien durante un incendio y, con las prisas, tropezó con él y se rompió el cuello.

Felipe II de España, el Prudente (1598): Falleció por una infestación masiva de piojos (pediculosis).

Tycho Brahe (1601): En el siglo XVI, levantarse de la mesa antes de acabar la comida era considerado todo un insulto. Brahe, que tenía problemas de vejiga y era conocido por sus excesos con la bebida, olvidó visitar los servicios antes de un banquete; demasiado educado para excusarse, murió entre agonías a los once días tras explotar su vejiga.

Francis Bacon (1626): Experimentando en torno a la conservación de los alimentos, murió de frío durante una tormenta mientras esperaba la congelación de una gallina muerta cuyo cuerpo había rellenado con nieve.

François Vatel (1671): Hasta un suicidio intencionado puede resultar ridículo si se realiza por causas inadecuadas. En el caso de este cocinero francés, el dramón que le llevó a atravesarse con una espada fue la tardanza del pescado que tenía que cocinar para el rey Luis XIV y sus 2000 comensales. Eso es dedicación.

Jean-Baptiste Lully (1687): Este compositor francés falleció a causa de una grangrena tras clavarse la batuta en un pie en pleno berrinche contra los músicos a los que dirigía.

Julien Offray de La Mettrie (1751): Después de curarlo de una enfermedad, el embajador francés Tirconnel organizó un banquete para celebrarlo. La Mettrie, tratando de presumir de resistente y voraz, devoró tal cantidad de paté de frutas que se empachó y enfermó. El médico trató de curarse la fiebre con una sangría prescrita por él mismo que terminó con su vida.

Fernando VI de España, el Prudente (1759) y Catalina II de Rusia, la Grande (1796): Ambos gobernantes sufrieron un cólico sentados en la taza del váter.

Adolfo Federico de Suecia (1771): El llamado "rey que comió hasta morir" falleció por problemas digestivos tras engullir durante una cena langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champán y catorce platos de su postre preferido, relleno de mazapán.

William Bullock (1867): Murió por culpa de la infección que le sobrevino después de que sus pies fueran aplastados mientras trataba de arreglar la rotativa que había inventado.

Cowper Phipps Coles (1870) y Thomas Andrews (1912): Ambos encontraron la muerte a bordo de sus propios barcos: el HMS Captain y el Titanic (respectivamente).

Clement Vallandigham (1871): Tras la guerra civil norteamericana, este político se convirtió en un infalible abogado. En su último caso, tuvo que defender a un acusado de disparar contra un individuo durante una disputa; sin embargo, el abogado defensor demostró que el fallecido se había disparado por error a sí mismo estando arrodillado. A consecuencia de su realista reconstrucción (olvidó descargar la pistola durante la demostración), el acusado fue declarado inocente.

Allan Pinkerton (1884): Al gran detective le sobrevino la muerte a consecuencia de una gangrena tras morderse la lengua en un resbalón.

Alejandro I de Grecia (1893): Su mono mascota le contagió la rabia con un mordisco.

Charles Justice (1911): Irónicamente, fue electrocutado en la silla eléctrica que había ayudado a construir e instalar en la prisión.

Jack Daniel (1911): El fundador de la conocida marca de whiskey, al no recordar la combinación de su caja fuerte, le dio una patada, con tal mala pata (nótese el chiste) que se le infectó el dedo gordo del pie y terminó muriendo.

Franz Reichelt (1912): Saltó desde la Torre Eiffel con el fin de probar su prototipo de paracaídas. Huelga decir que no funcionó.

François Faber (1915): Estando en el frente durante la II Guerra Mundial, recibió un telegrama notificándole que su mujer había dado a luz. Entre saltos de alegría, recibió un tiro de un soldado alemán.

Ray Chapman (1920): El jugador de béisbol fue mortalmente alcanzado en la cabeza por una pelota que no vio, ya que por aquel entonces los pitcher ensuciaban la pelota antes de lanzarla para disminuir su visibilidad.

Antonio Gaudí (1926):  Este pintor catalán falleció tras ser atropellado por el tranvía de Barcelona, pues, debido a su aspecto desaliñado, fue tomado por todos por un mendigo y no se le dio asistencia médica inmediata.

Harry Houdini (1926): Ya que el gran mago presumía de su habilidad para controlar su cuerpo de modo que no sintiera dolor, fue retado por un estudiante a recibir puñetazos en el abdomen sin inmutarse. Y ciertamente Houdini, según se dice, aguantó bien, pero los golpes que le propinó el universitario, jugador de rugby y estrella del boxeo, agravaron su principio de apendicitis y acabó muriendo días después.

Bobby Leach (1926): La segunda persona que sobrevivió a una caída en barril desde las cataratas del Niágara tropezó un buen día con una cáscara de naranja y se rompió la pierna. Tan mala fue la caída que le hubieron de amputar la pierna gangrenada, aunque acabó muriendo por complicaciones de la cirugía.

Isadora Duncan (1927): La conocida bailarina estadounidense debió haberse dejado la bufanda en casa, ya que su echarpe le causó la muerte por fractura de las cervicales al engancharse en las ruedas de un coche.

Alexander Bogdanov (1928): Investigando sobre técnicas de rejuvenecimiento, se realizó una transfusión de sangre de un paciente con malaria y tuberculosis. El resto es historia.

Marie Curie (1934): Sin conocer los efectos de la radiación, falleció de anemia aplásica como consecuencia de sus importantes investigaciones.

Thomas Midgley (1944): Tras contraer la polio, diseñó un complejo sistema de cuerdas y poleas para levantarse de la cama con el que acabó estrangulándose por accidente.

Joan Burroughs (1951): William Burroughs y su mujer bebieron demasiado una mala noche y no se les ocurrió ningún divertimento mejor que jugar a ser Guillermo Tell... pero de verdad. El escritor acabó entre rejas por homicidio involuntario al no alcanzar con su flecha la manzana que Joan se puso sobre la cabeza.

Jerome Irving Rodale (1971): Poco después de afirmar que, gracias a su dieta basada en alimentos orgánicos, viviría hasta los cien años, sufrió un ataque al corazón que se lo llevó en el acto.

Billy Murcia (1972): El batería de The New York Dolls volvía de fiesta buscando un sueño reparador, pero su novia, que tenía otros planes, quiso espabilarle con café. Tal fue la cantidad de líquido que le hizo tragar que acabó ahogándose.

Leslie Harvey (1972): Cofundador junto con su hermano del famoso grupo Stone the Crows, murió electrocutado sobre el escenario al tocar el micrófono con las manos húmedas.

Steve Took (1980): Tras la muerte de su compañero Marc Bolan (T.Rex), se atragantó con un hueso de cereza.

Tennessee Williams (1983): En plena borrachera, el dramaturgo yanqui se atragantó con el tapón de un frasco de barbitúricos que trataba de abrir.

Jim Fixx (1984): De nuevo con gran ironía por parte de los dioses, la persona que popularizó el footing en los años '70 murió de un ataque al corazón mientras corría.

Steve Irwin (2006): Durante el rodaje de uno de sus documentales, su corazón fue atravesado por la cola de una mantarraya.


A la lista anterior habría que añadir, entre otros, los nombres de diversas personas muertas durante rodajes de películas. Además, para no ser elitista, os voy a hablar también de muertes estúpidas entre gente común (excluyendo casos de muertes anónimas y masivas), no sin antes mencionar los premios Darwin, galardón que sólo se otorga a las muertes más ridículas o a los heridos graves por motivos simplemente absurdos:

Patrick Still (¿?): Ganador a título póstumo de una competición entre colegas. Fue el último en apartarse de las vías del tren, aunque no precisamente de una sola pieza.

Yusuf Ishmaeld (s. XIX): Se ahogó en el hundimiento de un barco al no querer desprenderse de su enorme bolsa llena de monedas.

Frank Hayes (1953): Único jinete muerto que ha ganado una carrera. Sufrió un ataque al corazón sobre su montura.

David Grundman (1982): Su idea de talar cactus del desierto a balazos dejó de tener gracia cuando disparó a uno centenario, que cayó sobre él y lo mató.

Jacques LeFevrier (premio de 1989): Queriendo asegurarse de que realmente moría, este francés se anudó una soga al cuello, la amarró a una roca y, tras beber veneno e incendiarse la ropa, saltó desde la cima de un acantilado. Durante la caída, trató de pegarse un tiro, pero acabó cortando la soga y cayendo al mar, que apagó las llamas y le hizo vomitar el veneno. Fue rescatado por un pescador y acabó muriendo en un hospital... de hipotermia.

Lori Rae Keevil-Mathews (1991): Murió aplastada por uno de los paraguas gigantes diseñados por los artistas Christo y Jean Claude.

Ken Barger (premio de 1992): Confundió su pistola con el auricular del teléfono.

Yooket Paen (1991): Por si resbalar con un excremento de vaca y morir por electrocución al asirse a un cable no fuera suficiente, la hermana de la fallecida Yooket sufrió la misma suerte explicando a unos vecinos el fatal accidente: ella también resbaló y se agarró del mismo cable.

E. Frenkel (premio de 1994): Este psíquico soviético estaba convencido de ser capaz de parar un tren sólo con el poder de su mente. Se equivocó.

Krystof Azninski (premio de 1996): De juerga con sus amigos y tras haber bebido bastante, este campesino polaco sugirió que todos se desnudaran para jugar a algunos juegos de hombres. Al más puro estilo cromagnón, comenzaron a golpearse los unos a los otros en la cabeza con carámbanos de hielo hasta que un miembro del grupo se cortó la punta del pie a propósito con una sierra mecánica. Aceptando el reto, Azninski tomó la sierra y la dirigió a su propio cuello, resultando decapitado.

Steven Hill Epperson (premio de 1997): A consecuencia de una broma, se atragantó con un pez tropical de 15 cm que trató de comerse vivo.

Betty Stoobs (1999): Fue aplastada por su motocicleta tras precipitarse por un acantilado debido al ataque de 40 ovejas hambrientas que cargaron hacia el heno transportado por la granjera.

Robert Puelo (premio de 2003): Enfadado con un tendero al que había estado molestando, el joven robó un perrito caliente y se fue sin pagarlo. Cuando llegó la Policía, avisada por el dependiente, encontraron su cuerpo inerte en la puerta con la salchicha de 15 cm alojada intacta en su garganta.

Kenneth Pinyan (2005): Murió por atravesamiento del colon tratando de practicar sexo anal con un caballo. 

Lee Seung Seop (2005): Tras 50 horas consecutivas jugando a Starcraft, falleció por agotamiento.

Mariesa Weber (2006): La encontraron después de 11 días desaparecida debajo de un estante de libros.

Franck Kabele (2006): Este sacerdote trató de repetir el milagro bíblico de caminar sobre las aguas. Una vez hundida su cabeza, jamás regresó. Se dice que fundó una ciudad subacuática y tuvo una hija llamada Ariel.

Humberto Hernández (2007): Una boca de incendios le golpeó en la cara. La boca había salido disparada a consecuencia de la presión del agua tras ser golpeada por un coche que había sufrido un pinchazo. 

Michael Warner (premio de 2008): Cansado de ingerir alcohol por la vía tradicional, este alcohólico comenzó a aficionarse a los enemas. Una noche, tras ingerir tres litros de bebida, se quedó dormido mientras su cuerpo seguía absorbiendo alcohol vía rectal. No es raro que falleciera de intoxicación etílica, considerando que la autopsia reveló que un 47% de su sangre estaba alcoholizada.

Shanno Khan (2009): El calor abrasador de Nueva Delhi se llevó la vida de esta niña mientras cumplía el castigo de quedarse después de las clases.

Jonathan Campos (2009): Acusado de asesinato, se suicidió llenándose la boca de papel higiénico hasta la asfixia.

Vincent Smith II (2009): Quien decidió llamar a la muerte por inhalación de gas butano muerte dulce debería replanteárselo. Este empleado resbaló en la fábrica donde trabajaba y cayó en un tanque lleno de chocolate a 50º, donde murió ahogado.

¡Gracias, mamá y Miguel Ángel!


4 opiniones:

Viriato dijo...

Curiosa entrada. Hay muertes que parecen increíbles. Y enhorabuena por el blog, he estado mirando varios artículos y me ha gustado.

Por cierto, te cojo un par de cositas de esta entrada para mi blog.

Un saludo.

Nacho dijo...

¡Faltaría más! Entre curiosos no debemos pisarnos la pluma =P Muchas gracias por comentar, sobre todo considerando que llevas uno de mis blogs preferidos. ¡Nos leemos!

enfermero9 dijo...

Con todo el respeto, la infestación de piojos se llama pediculosis, la pitiriasis es una dermatosis.

Nacho dijo...

Menos mal que os tengo a los lectores para señalarme los fallos... Muchas gracias por la corrección, lo cambiaré en seguida. Un saludo.

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