Para no saturar la anterior entrada ante mi repentina iluminación, he aquí los hechos mitológicos referidos al famoso rey Midas:
El rey Midas gobernaba la zona griega de Frigia, siendo el primer rey extranjero en mandar una ofrenda al Oráculo de Delfos, erigido sobre el antiguo templo apolíneo. En una ocasión, el monarca, en busca de sabiduría, mandó capturar al dios Sileno, un viejo sátiro que podría ser hijo de Pan (semidiós que gustaba de aterrorizar a los viajeros —de ahí el término pánico—) o Hermes (el mensajero de los dioses) y padre de Baco, conocido por su gran don profético en estado de embriaguez. Otro relato cuenta de cómo una vez partió el gobernante hacia, probablemente, la India con su séquito habitual de ménades y sátiros, entre los cuales se contaba Sileno, el cual, entre la vejez y el vino, acabó perdido y capturado por unos campesinos que le llevaron ante Midas. Tras festejar el regreso del anciano dios menor, fue devuelto a Baco (o Dionisio), que, agradecido, decidió conceder un deseo al que tan bien había cuidado de su padre adoptivo. El avaricioso monarca pidió el famoso toque dorado para transformar cuanto tocase en oro, pero, al ver que no podía comer ni beber (según otras versiones, al tocar por error a su querida hija Zoe), pidió al dios olímpico que le retirase el don.
El otro gran relato mitológico referido al buen rey es aquél en el que, ante su virtuosismo con la lira, no se le ocurrió nada mejor que proclamar que era mejor que el mismísimo Apolo, dios de la música. El orgulloso dios, indignado, retó al osado rey y, una vez más, Paris fue involucrado en la disputa (como en la discusión que tuvieron las diosas Hera, Afrodita y Atenea por culpa de la manzana de la discordia lanzada por Eris, que supuestamente generaría la por todos conocida Guerra de Troya), de la que salió vencedor, como es obvio, Apolo. Otras versiones del relato sugieren que la disputa surgió cuando el monarca prefirió la flauta de Pan (de ahí el nombre de este instrumento, cuya invención se atribuye a Sileno y Marsias) a la lira de Apolo. Sea como fuere, el rey fue castigado con unas humillantes orejas de burro que comenzó a tapar con un gorro frigio como el de la imagen (famosos por su papel en la Revolución francesa y por inspirar las barretinas catalanas... y los gorros de los pitufos). El ridiculizante secreto de Midas sólo era conocido, al parecer, por su barbero, el cual, incapaz de guardar semejante bomba, acudió a un bosque, excavó un hoyo y gritó allí el tremendo secreto, con tal mala suerte que allí crecieron unos juntos (o un árbol) que, con cada brisa del viento, repetían la letanía, lo que le valió la decapitación al pobre barbero.
FUENTE COMPLEMENTARIA: WIKIPEDIA
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