En general, toda labor conlleva unos frutos merecidamente obtenidos. Pero existen ciertos afortunados que, en cuanto se ponen a ello, obtienen lo que desean, es decir, llegan y besan el santo. ¿Y por qué se dice esto? Muy fácil:
Los más avispados ya imaginarán cuál es el origen de esta expresión, pero este humilde servidor se ve en la obligación de explicarlo para el resto. Indudablemente, alude a la costumbre religiosa de besar a los iconos de los santos en busca de alguna clase de privilegio de origen divino. Generalmente, este acto se solía llevar a cabo tras las multitudinarias procesiones en romería, pero siempre existía algún listillo que conseguía saltarse la cola y, conforme llegaba, besaba al santo. Por eso, hoy en día la expresión se usa en alusión a las contadas ocasiones en las que se obtiene lo esperado sin demasiado esfuerzo y sin emplear mucho tiempo.
FUENTE: SUAZO PASCUAL, G. Abecedario de dichos y frases hechas, 2ª Edición, EDAF. Madrid, 1999
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